23 abr 2012

Alcalá de Henares

El sábado por la tarde decidimos acercarnos a conocer Alcalá de Henares, una ciudad de doscientos mil habitantes que en dos días sería el centro mundial de las letras castellanas. Se preparaba el día con carteles con textos de premios Cervantes en los balcones. Pero los graffiteros tienen seducida la calle. 
El casco histórico de Alcalá es una ciudad de ladrillo preindustrial postindustrializado. Fue complutense y es incompleta, fue cisneriana y es cigüeñera. Cervantes, Don Quijote y Sancho se repiten en los rincones. En el Centro de Interpretación de la ciudad se puede contemplar la pila alcalaina donde se dice que Cervantes fue bautizado y se cargó de vitalismo creativo. También hay allí una recreación de Quevedo, cuando era un estudiante buscón, de un admirador de Trotsky. En la entrada a la plaza por la Calle Mayor una cartela recuerda que allí vivió Tomás de Villanueva cuando no vivía en San Ildefonso.
A dos días de ser el centro mundial de las letras castellanas, en la misma plaza mayor de Alcalá había unos pocos puestos de libros. En el de la Universidad tenían expuestos algunos cervantinos, entre ellos el del Enigma Resuelto del Quijote de Francisco Parra. 
Aquella tarde fue un encuentro quimérico, quijotesco, con Villanueva de los Infantes. Hoy, dos días después, me llegan voces de Alcalá. El nieto de Nicanor Parra, al recoger el premio de su abuelo, ha  mencionado a Infantes y su Quijote. No duele. Existe una trinidad quijotesca. Será que vivimos en una tarde de Sábado Santo.



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